CONGRESO LATINOAMERICANO Y
CARIBEÑO DE PERIODISTAS
La Habana, 2001
Octubre 8, 9 y 10.
PONENCIA: LIBERTAD DE PRENSA DE
LOS PUEBLOS
Y SUS PERIODISTAS
Ernesto Vera
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Lo evidente de la globalización de la mentira es demostrable
ante cada hecho y cotidianamente.
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El daño causado es indiscutible, inclusive en los pueblos de
los países que ejercen dominio en el sistema propagandístico
que tiene como método la desinformación, encabezado por Estados
Unidos.
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La llamada comunicación que le asignan a los medios monopólicos
y transnacionales tiene menos posibilidades de influir profundamente en
los hombres y mujeres que integran la inmensa mayoría de la humanidad,
debido a que reciben un mensaje ajeno y contrario a su realidad económica
y social.
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Al faltar la identificación entre emisores y receptores el mensaje
se reduce a la difusión propagandística, porque carece de
comunicación real.
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Además, la desinformación sistemática se fundamenta
en el ocultamiento de las causas reales de los hechos y fenómenos
que generan la información periodística y representan contenidos
rechazables por la inteligencia de los receptores.
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La fuerza de los grandes medios transnacionales reside fundamentalmente
en el aspecto cuantitativo, en el extraordinario alcance de sus mensajes
y también les favorece la "técnica" desarrollada para hacer
la guerra desinformativa con palabras y frases estereotipadas, rostros
atractivos y voces agradables, a todo color.
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La debilidad principal de sus medios consiste en la incapacidad para
profundizar en las conciencias de las grandes mayorías por carecer
de un mensaje capaz de convencer a la inteligencia y reflejar correctamente
las injustas realidades humanas, sobre todo de las personas explotadas
y humilladas en el mundo.
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Esas formas de dominación mediante el engaño organizado
ha entrado en una nueva etapa aún más peligrosa después
de los sucesos del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Sí
antes era una política impregnada de sutilezas; ahora es una campaña
de propaganda abierta y directa, sin el menor respeto por los valores y
principios del derecho internacional alcanzados históricamente por
la humanidad. La que fue mentira organizada trata de ser hoy verdad única
e indiscutible que no admite discusión y mucho menos disensión.
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Compiten hoy, como nunca, la capacidad para desinformar y la propaganda
atemorizadora basada en la violencia y el poderío militar, junto
al suspenso del silencio precedente a la agresión militar.
Ante esa realidad, alentada por la fraudulenta libertad de prensa de
los grandes empresarios, no es mucho lo que se le opone, más que
por la limitada cantidad de recursos financieros y tecnológicos,
por la dispersión que caracteriza a los esfuerzos orientados a una
verdadera libertad de prensa, la de los periodistas fieles a los sagrados
intereses de los pueblos. Es la verdad dispersa que tiene como bandera
la esencia alternativa del mensaje alterativo, capaz de orientar cambios
positivos en la sociedad, mediante formas periodísticas modestas
o no, sin excluir a algún medio, aunque dándole prioridad
a los más cercanos al alcance de los sectores populares y de sus
periodistas.
Crear y desarrollar la conciencia crítica en la sociedad y
de esa forma oponer el capital humano a la perversidad deshumanizada de
los monopolios que pretenden arrancarnos el alma, puede ser un reto enfrentable
de lograrse coordinaciones eficientes que permitan organizar mejor a la
verdad. Y esa verdad amplia sólo necesita reunir a las fuerzas dispersas
que se enfrentan al pensamiento único dictatorial que acompaña
a la globalización de los poderosos.
Internet, correo electrónico, radios populares y comunitarias,
agencias de prensa alternativas, programas grabados en video, revistas
de reflexión, órganos de prensa escrita progresistas, columnistas
y colaboradores prestigiosos de la prensa comercial y hasta algunos programas
de televisión, son manifestaciones en las que existen brechas en
el muro al parecer impenetrable de la desinformación.
Para que esa estrategia antihegemónica, antimperialista, proceda
y eleve en forma creciente su influencia, es indispensable fortalecer a
las organizaciones de periodistas y de otros trabajadores de la prensa,
mediante el vínculo de ellas con las organizaciones progresistas
y populares en cada sociedad. El aislamiento de los gremios periodísticos
y de los periodistas de sus organizaciones profesionales es el punto débil
en la creación de una red que exprese la fuerza existente aún
hoy, a pesar de las desventajas del mundo unipolar que se ha impuesto.
No se trata de que los periodistas asuman las funciones correspondientes
a otras instituciones como los partidos políticos y movimientos
revolucionarios. Es más, tampoco es asunto correspondiente a determinada
ideología: basta con defender la libertad de prensa verdadera, la
de los periodistas dignos y patrióticos contra la falsa libertad
de prensa prevaleciente, la de los grandes empresarios, para lograr concretar
la fuerza revolucionaria de la verdad, que es en esencia el ejercicio del
periodismo ético. El único periodismo ético con posibilidades
de concretarse tiene que ser el que rompa en forma creciente con la autocensura
de la sobrevivencia y ponga a la defensiva a los grandes medios y a sus
dueños del gran capital. Nunca habrá ética en el periodismo
cómplice del crimen y la injusticia y cada día se aleja más
de esa posibilidad. ¿Alguien conoce la menor autocrítica
de los medios transnacionales? ¿Alguien sabe de algún derecho
de réplica atendido? ¿Alguien conoce de alguna ley internacional
respetada por los monopolios de la información?
Ellos son los antecesores en el campo de la información del
viejo orden decretado en Washington de que la mejor ley es la que no existe,
salvo la del imperio nunca aprobada por nadie.
En esta batalla ese será un combate indispensable. Por esa
libertad de prensa hay seiscientos mártires en América Latina
en el último cuarto de siglo. ¡Honrarlos es nuestro deber!