LA FORMACIÓN ACADÉMICA DEL PERIODISMO.

María Rosa Gómez y Fernando C. Gigena, Argentina

Aunque el estudio académico del periodismo se remonta a 1935, con la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata (hoy Facultad de Periodismo) es a partir de 1960 cuando se comenzó a sistematizar su enseñanza en América Latina y Argentina. En la década de los 70 se abrieron facultades en el interior del país y en el Gran Buenos Aires. En 1985 se abrió la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires (UBA) lugar donde se concentran las principales empresas de medios y el 60 por ciento de los periodistas de todo el país. A partir de ese momento el estudio del periodismo se masificó a niveles nunca alcanzados.

Originariamente las carreras de Comunicación contaron con un plantel docente proveniente de otras disciplinas (Literatura, Semiología, Historia, Filosofía) que adaptaron sus saberes específicos a la formación de periodistas desde una mirada alejada de esta práctica profesional.

En el marco de un constante rediseño de la currícula de Comunicación y a partir de los aportes de organizaciones gremiales, periodistas, docentes y estudiantes, el déficit académico comenzó a saldarse a través de dos vías:

1.. El ingreso a la universidad en calidad de profesores de los primeros graduados, que con una mínima experiencia de trabajo en medios y una formación académica no pedagógica sumaron su aporte a la capacitación de nuevas camadas de comunicadores.

2.. La inclusión de periodistas que a raíz del cierre de empresas y la aplicación de políticas neoliberales, se vieron obligados -por necesidades económicas más que por vocación- a volcar su experiencia en ámbitos académicos.

El docente e investigador Sergio Caletti afirma que "las carreras de Comunicación tienden a abarcar, resolver y dar cuenta de más problemas y realidades de las que cualquier otra carrera razonablemente puede. Desde la estética hasta la economía, desde el sonidista hasta el periodista, desde el investigador hasta el gerente de comunicaciones, desde el analista crítico hasta el productor publicitario o el comunicador alternativo. La sospecha del campo transdisciplinar se convierte en la propuesta de una macrodisciplina".

La permanente crisis de identidad de las facultades de Comunicación latinoamericanas que influyó sobre las definiciones curriculares de sus vertientes prácticas y teóricas, tuvo epicentro en su objeto de estudio. El problema al definir el objeto para una ciencia en constante reformulación fue que "en Comunicación todo se puede estudiar y cuando las cosas son todo, también son nada", tal como definió el profesor Héctor Schmucler. La Comunicación aparece como un campo interdisciplinario, que no puede ni debe prescindir de los aportes de otras áreas del conocimiento, pero tampoco debe perder de vista su objeto de estudio principal, caso contrario se corre el riesgo de diluir la especificidad de la comunicación en desmedro de las necesidades de la Sociología, la Semiología, la Historia, las Letras -sólo por mencionar las disciplinas de las que se nutrió la carrera durante sus primeros años de existencia-. La Comunicación y el periodismo son un saber cuyas prácticas han devenido en objeto de estudio y producción de teoría.

Entonces, ¿cuál es la función real de las facultades de Comunicación?; ¿cuál es la vinculación de la universidad con los otros ámbitos profesionales, incluso al trabajo de constitución del campo intelectual?; ¿cómo articula la universidad una gran demanda por parte de los estudiantes y graduados, con un presupuesto cada vez más pequeño?

Jaque a la universidad

A mitad de los ´90, pese a que ya habían pasado casi tres décadas desde que comenzaron a generalizarse las carreras de comunicación y periodismo, los debates académicos giraban en torno la "excesiva teoría" y "escasa práctica técnica" de las currículas, como así también sobre el vínculo que la academia debe mantener con las empresas de medios. Centrado el sector académico en estas discusiones, el lugar del sujeto de conocimiento -futuros periodistas y profesionales en actividad- quedó en manos de las organizaciones gremiales, jaqueadas por la avanzada neoliberal. El análisis sobre qué formación para qué profesionales, con qué autopercepción de sí mismos y de su función ante la sociedad, fue asumida por algunas organizaciones de periodistas, que se dieron políticas de capacitación propias y establecieron alianzas con universidades públicas -también amenazadas por el ajuste neoliberal- para proyectar estrategias educativas autónomas de las empresas.

En el extremo opuesto y sin ningún tipo de sutilezas, los empresarios de medios agrupados en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) dejaron explícita su postura respecto de qué profesionales formar a fines de agosto de este año, al firmar un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para implementar un "Consejo Latinoamericano de Acreditación para la enseñanza de periodismo en América Latina" que estimule modificaciones curriculares "que se alejen del enfoque teórico e ideológico de la enseñanza universitaria, en pos de una formación más práctica". Los dueños del dinero, más decididos que el sector académico, fueron directo al terreno que les interesa y nos interesa: qué capacitación para qué periodistas. Las universidades que recorten contenidos teóricos -peligrosos para la SIP- privilegiando un saber instrumental, serán beneficiadas con mayor "crédito comparativo" respecto de aquellas que insistan en la formación de profesionales críticos.

Teoría vs práctica?

El teórico Armand Mattelart, informó en el Foro Eurolatinoamericano organizado por la Asociación de Periodistas Europeos en La Habana en 1999 que el panorama en Europa no es muy diferente, allí también las universidades y escuelas de comunicación y periodismo dan cuenta de "un rechazo a todo lo que es reflexivo, lo que se llama teoricismo con connotación negativa. Los estudiantes, influenciados por estas tendencias, pretenden adquirir sólo una habilidad técnica y no se dan cuenta que después de adquirida esta habilidad no son capaces de adaptarse ni siquiera neodarwinianamente al mercado de trabajo. Se debe luchar contra esta presión y tratar de demostrar la articulación que existe entre la labor teórica y la labor práctica, para que los estudiantes entiendan que con teoría están mejor armados."

El crecimiento de la industria cultural durante los últimos quince años y la abundante actividad universitaria asociada a la dotación de recursos importantes para la investigación han abierto las preocupaciones académicas hacia realidades más concretas. De todos modos, el constante rediseño curricular de las carreras de Comunicación en América Latina y la permanente discusión sobre el anhelado equilibrio entre teoría y práctica, atentaron contra la calidad de la formación de los estudiantes. Coexisten a veces de manera poco armónica en estas carreras una fuerte formación teórica junto a la necesidad de entrenar a los estudiantes en un saber-hacer que se traduce en producir, escribir, hacer publicidad, trabajar en video, radio, televisión, por citar algunos de los campos de inserción profesional. De esta manera se ofrecen dos campos supuestamente excluyentes: un vasto universo teórico (que extiende el concepto de comunicación, arbitraria e indistintamente a campos tan disímiles como los de la publicidad, el marketing, la crítica de cine, el periodismo y la producción audiovisual) y el comparativamente reducido espacio que ofrece inserción en términos prácticos. Hay que referirse al periodismo entendido como el diseño y elaboración de estrategias y mensajes especializados con fines específicos (técnica o tecnológicamente reproducibles) ejercido en: consultoras de prensa, asesorías de imagen y comunicación, medios gráficos, radiales, televisivos o empresas de producción de contenidos para internet.

¿De qué profesional hablamos?

El acelerado crecimiento durante los 90 del área de las telecomunicaciones y la informática, modificó tanto el mapa de medios de información como la capacitación requerida a los periodistas. El uso del fax, el correo electrónico e Internet habilitó el surgimiento de diarios electrónicos, audiotextos y páginas web, cuyas fuentes se perfeccionaron por el acceso digital a bases de datos por parte de los periodistas. Cuando hablamos de "los periodistas " nos referimos a tres sectores diferenciados:

 

a.. Periodistas efectivos que trabajan en grandes empresas de medios.

b.. Periodistas colaboradores de grandes empresas de medios.

c.. Periodistas colaboradores de medios locales y regionales de bajo alcance.

Mientras las empresas apuntaron a incorporar personal formado en saberes más calificados, para sobrevivir a la reconversión laboral los periodistas trataron de capacitarse en el manejo de computadoras y programas procesadores de texto, imagen y sonido, la mayor parte de las veces pagando de su bolsillo el aprendizaje. Lidia Fagale señala al respecto que " el saber y las bases del conocimiento que produce la humanidad no se devuelve en el bienestar de las mayorías que lo generan. Más aún, a la apropiación del conocimiento por parte de unos pocos, le sigue la exigencia de la capacitación y la formación, cuyas posibilidades de acceso, a su vez le son negadas".

Una experiencia de capacitación.

Junto a los esfuerzos que realiza la educación pública para sostener espacios de formación donde no se desdeñe la teoría, queremos destacar un ejemplo de capacitación llevado adelante por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), experiencia que terminó con el prejuicio instalado tanto en ámbitos académicos como en importantes sectores profesionales, respecto a que un gremio sólo debe ocuparse de demandas coyunturales y condiciones laborales. El gremio entendió que el periodismo y los periodistas no sólo merecían ser objeto de estudio de sociólogos y comunicólogos, sino que por las características de su actividad son sujetos productores de conocimiento y sentido.

Cuando la inserción de tecnología empujó a los periodistas a incorporar nuevos saberes que les permitiera ampliar sus posibilidades de inserción, pese a que no está demostrado que de esta manera se garantice la estabilidad laboral, la UTPBA inauguró un Centro de Capacitación propio -por donde pasan anualmente alrededor de 1000 periodistas- donde se dictan cursos de redacción y producción audiovisual como así también periodismo policial, científico, institucional y cultural, atendiendo otra de las tendencias que se advierte en las prácticas profesionales: la especialización.

El vínculo con la universidad y la inversión en capacitación.

A pocos meses de creada la carrera de comunicación en la Universidad de Buenos Aires, el gremio firmó un convenio a partir del cual sus afiliados (tuvieran o no título secundario) podían cursar materias prácticas o teóricas, certificadas por la universidad. Cientos de periodistas utilizaron este convenio, inédito en el área gremial. A partir del "boom" de las carreras de comunicación el interés del sector profesional por la universidad, decayó. Se incrementó, sin embargo, la demanda de capacitación del sector más precarizado del gremio: los colaboradores. A éste sector, el grado de competitividad dado por la escasez de empleo, lo condujo a realizar inversiones económicas en capacitación para no quedar al margen del mercado laboral. Fiscales de lo público.

En los últimos años del gobierno de Carlos Menem, se produjo, a la par que una caída de los niveles de credibilidad de los funcionarios públicos, la Justicia y los partidos políticos, un reacomodamiento del escenario social en el cual el periodismo apareció como el gran "fiscal de la cosa pública", denunciando negociados y actos de corrupción. En esa misma etapa, la ampliación de la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, se amplió a niveles nunca antes alcanzado en el país. En ese contexto de inequidad, los índices de agresiones contra periodistas se aceleraron, como así también el nivel de credibilidad y legitimación que la sociedad depositó en este sector. En ese período (años 95 a 99) decayó de manera significativa la demanda de capacitación de los periodistas, que se vieron a sí mismos como fuente de un saber autosuficiente.

La reconversión laboral.

Sin embargo, la oleada de fusiones empresariales comenzó a generar eliminación de áreas y reducción de puestos laborales. Este ajuste se manifestó con toda crudeza a partir de 1998/1999 con despidos masivos y otras medidas como la apertura de "retiros voluntarios", contratos en los que no se respetan los años de antigüedad y rebajas de salario. La reconversión laboral significó en poco menos de dos años la pérdida de más de 1000 puestos de trabajo, rebajas de categorías, extensión de la jornada laboral y violación sistemática de los derechos de los trabajadores incluyendo los de empresas en manos del Estado. Los medios regionales no escaparon a esta crisis. También los becarios o pasantes de facultades e institutos terciarios, fueron otro sector sobre el cual las empresas periodísticas aplicaron la flexibilización laboral. Ante este panorama desalentador, se advirtió en el sector profesional la necesidad de discutir cuestiones deontológicas y capacitarse en posgrados.

La capacitación superior.

Cursar un posgrado apareció como la posibilidad de obtener un trabajo en el exterior o en medios donde se les reconociera dicha capacitación. La necesidad de superación académica de este sector fue interpretada por la UTPBA, que en 1998 firmó un convenio con la Universidad de Barcelona, por el cual ésta dictó para afiliados al gremio y graduados de otras disciplinas el Posgrado de "Desarrollo y Cooperación desde la perspectiva Latinoamericana", con el auspicio de la UBA. Este posgrado no hubiera podido realizarse sin la ayuda económica de una fundación que solventó el pasaje y los salarios de todo el equipo docente que se trasladó desde Barcelona a Buenos Aires entre 1998 y 1999. En el año 2000 la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) puso en marcha junto a la UTPBA una Maestría en periodismo y Medios de comunicación que inauguró el reconocimiento de las trayectorias profesionales para aquellos periodistas que carecen de título de grado. Se abrió así una experiencia que, tal cual se subraya en la fundamentación del proyecto de la Maestría, "plantea una ruptura con la actitud prejuiciosa que tiende a denostar y negar la necesidad de la formación y capacitación creciente de los profesionales del periodismo y la comunicación, tanto en la instancia de gestión como en la propia generación de productos." Esta Maestría - que por un convenio comenzó a dictarse también en la Universidad Nacional de Cuyo- corre el riesgo de no repetirse una vez que se reciba la primera promoción de graduados, si no encuentra la forma de sostenerse, ya que ni la UTPBA ni la Universidad de La Plata tienen recursos como para darle continuidad. En forma paralela los dos diarios más importantes de alcance nacional (Clarín y La Nación) iniciaron otras maestrías en periodismo compartidas en este caso con universidades privadas donde el principal atractivo es la posibilidad -incierta- de conseguir un lugar de trabajo en dichos medios.

A modo de conclusión

Luego de hacer éste breve recorrido por las estrategias de capacitación por las que transitan los periodistas argentinos y haber analizado las dificultades que aún enfrentan los contenidos de las currículas, decimos -como periodistas graduados y docentes de universitarios- que defendemos la formación académica tomando distancia de diagnósticos en los que parecería que el problema se resuelve separando la teoría de la práctica, cuando la realidad en la que se desarrolla el profesional no le permite hacer esta disociación. No es posible pensar una práctica sin un trasfondo teórico y crítico, como tampoco pensar una teoría alejada totalmente de la realidad práctica en la que se mueven los fenómenos sociales. El pensamiento es acción y la acción es pensamiento. El periodismo es el resultado de condiciones políticas, económicas, sociales y culturales de países influenciados por el fenómeno de la globalización, donde se juegan cuestiones fundamentales tanto en el terreno material como en el campo de la subjetividad.

Nos preocupa, en ese sentido analizar las consecuencias de la acción del pensamiento dominante sobre los profesionales de prensa antes que el análisis de las currículas, aún a sabiendas de lo perniciosa que puede resultar la acumulación de datos sin reflexión. El proceso de formación y capacitación se construye no sólo desde la concepción de interpretar la práctica social sino también en la estratégica capacidad de generar experiencias, interpretar teorías y producir conocimiento. La dialéctica entre la praxis social y profesional ha sido el sustento de articular la acción para la reflexión y de la reflexión para la acción. En tal sentido, nos surgen dos interrogantes:

-Cómo garantizar y defender la subsistencia de espacios de formación y capacitación de periodistas que permitan asegurar la continuidad de un saber autónomo de las imposiciones de las corporaciones en un país donde una de las variables de ajuste es el presupuesto educativo?

-Cómo promover la ampliación de espacios críticos reflexivos de la profesión "ligados a la voluntad de romper el pacto de los nuevos silencios, productos de nuevas formas de censura que imponen quienes pretenden escribir con nuestras cabezas y manos su visión unilateral de la historia".

Se trata entonces -desde el ámbito académico y desde las organizaciones colectivas del periodismo y la comunicación- de orientar, arriesgar hipótesis, formularse interrogantes en un ejercicio junto con otros que tienen una responsabilidad explícita, que necesita de una práctica opuesta a la hegemónica. Es necesario apoyar investigaciones serias que permitan identificar con información sólida lo que está pasando en América Latina y en el mundo respecto a las tendencias en comunicación para así apoyarnos mutuamente en la definición del rol del comunicador y contribuir a su desarrollo en cada uno de los países latinoamericanos. Es necesario fortalecer a las organizaciones que resisten el embate de un sistema que pretende arrasar no sólo con garantías y derechos adquiridos a lo largo de años de lucha, sino también se arroga el privilegio de imponer la forma en que deben pensar y capacitarse los 6000 millones de personas que integran la llamada sociedad global.

Los periodistas no quieren ni deben ser apenas relatores de la realidad sino que tienen el derecho de intervenir en ellas para transformarla, ejercicio que no es neutral, que es objetivo en el camino de construcción de la verdad de quienes hoy comparten con otros la lucha por una sociedad y un periodismo distinto. En tal sentido exhortamos a la defensa de la universidad pública y de las organizaciones colectivas solidarias, comprometidas con la formación de profesionales críticos.

No existirá una profunda discusión en torno al presente y futuro de los periodistas si no se admite que conceptos tales como vocación, profesión, ética y capacitación, evocan porvenires diferentes y a la vez posibles en cada situación que se trate de construir un destino propio.