El mito de la libertad de prensa en el capitalismo
Hélio Doyle
periodista, editor de la revista Argumento. Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Brasilia.
En 1989, el director de redacción de O Estado de S. Paulo, periódico en el cual yo trabajaba como coordinador de la cobertura política en Brasilia, me insinuó la posibilidad de ser corresponsal en La Habana. Según él, con la caída del Muro de Berlín los días de Fidel Castro y del socialismo en Cuba estaban contados. Y el periódico necesitaría inmediatamente alguien para cubrir el derrocamiento.
En 1991, le ofrecí a un editor del Jornal do Brasil un artículo sobre Cuba, de donde había regresado después de pasar casi 40 días. Decía, en el artículo, que al contrario de lo que muchos pensaban, el socialismo no estaba en sus últimos días en este país y nada indicaba el derrumbe del gobierno cubano y el regreso al capitalismo.
Podría contar otros casos semejantes. El periódico O Estado de S. Paulo nunca envió un corresponsal permanente a Cuba y el artículo ofrecido al Jornal do Brasil fue rechazado porque el editor consideraba que yo estaba equivocado, que los días del socialismo en Cuba estaban contados. Pero en abril de este año, cuando era jefe de la sucursal del Jornal do Brasil en Brasilia, escribí un reportaje de una página entera en la edición dominical mostrando la recuperación económica de Cuba. No sé si aquellos periodistas leyeron esa nota y se recordaron de la evaluación equivocada que hicieron.
Inclusive frente a la mala voluntad y a la desinformación de una gran parte de los periodistas brasileños con relación a Cuba, tuve la oportunidad de publicar, en los últimos diez años, muchos artículos, reportajes y entrevistas sobre temas cubanos. En determinada ocasión, un periodista del Correio Braziliense, del cual yo era editor internacional, leyó una nota sobre Cuba y dijo: "El hecho de que usted publique aquí un texto sobre Cuba muestra que nosotros tenemos democracia y libertad de prensa. Y eso no existe en Cuba".
He aquí un mito con el cual nosotros, periodistas de países como Brasil, convivimos en nuestro día a día: el de que la democracia capitalista en la que vivimos permite que tengamos una completa y total libertad de prensa. Y que en Cuba, el único país socialista de nuestro continente, esa libertad simplemente no existe.
II
No es verdad. Si dejamos de lado la desinformación, los análisis capciosos y la hipocresía elementos tan presentes en la prensa brasileña constatamos que la libertad de prensa, ya sea en países capitalistas o socialistas, nunca es total y absoluta. La libertad de prensa, como las demás libertades civiles y políticas, es limitada por la defensa del sistema económico y social en el que el país vive.
No hay y nunca hubo, en el capitalismo o en el socialismo, democracia y libertad de prensa total y absoluta. La democracia capitalista (o liberal, si prefieren) tiene características propias para impedir la sustitución del capitalismo por el socialismo. La tan comentada alternancia del poder por medio de elecciones se da apenas entre los partidos que no amenazan al capitalismo. Además de eso, el poder real en los países capitalistas no se define en las elecciones periódicas, muchas veces fraudulentas. El poder es ejercido de hecho por los grupos económicos y sus articulaciones con los políticos que los representan, independientemente de los partidos a los que pertenecen.
La democracia socialista (o popular, si prefieren) también tiene sus mecanismos de defensa contra los que trabajan a favor del regreso al capitalismo. O sea: en las sociedades capitalistas y socialistas existen instrumentos de defensa del sistema económico y social vigente. Tanto la democracia capitalista como la democracia socialista existen en los marcos del sistema. No existen "la" democracia y "la" libertad de prensa pairando por encima de los sistemas socioeconómicos.
Por eso, es una hipocresía alardear sobre las excelencias de la democracia y la amplitud de la libertad de prensa en nuestros países capitalistas y condenar con simplismo las restricciones a la prensa en Cuba, nuestra anfitriona en este Congreso. Es una hipocresía exigir una amplia libertad de prensa a un país sometido a un bloqueo económico de más de 40 años, permanentemente hostilizado por la mayor potencia militar, económica y política del planeta y víctima de acciones terroristas; sobre todo cuando la libertad de prensa es un concepto bastante discutible en nuestros países capitalistas, siendo en realidad la libertad del capital de manifestarse y utilizar los medios de comunicación para imponer su ideología.
Ningún país del mundo asegura la plena libertad de acción política a los adversarios, especialmente si esos adversarios tienen entre sus objetivos el cambio del sistema y son apoyados y financiados por un país que se declara enemigo. En Brasil y otros países de nuestro continente, por ejemplo, cuando el sistema se sintió amenazado, en los años 60 y 70, la democracia fue sustituida por dictaduras militares con el apoyo de los Estados Unidos de América. Ante los actos terroristas, los estadounidenses desdicen su discurso liberal y reducen los derechos de las personas y las libertades. Es evidente que ningún país hostilizado permite que los enemigos puedan actuar políticamente y, por ejemplo, tener un periódico.
En países que no están en guerra, que no sufren amenazas y bloqueos económicos, no son hostilizados por otras naciones y no son víctimas de acciones terroristas, puede hasta haber un nivel mayor de democracia y libertad de prensa. Pero, sin ilusiones: esa democracia y esa libertad de prensa son limitadas y existirán mientras que el sistema económico, social y político no estén amenazados.
III
Los nueve puntos que coloco a continuación tratan de sintetizar los factores que limitan la libertad de prensa en los países capitalistas. Es importante delimitar esos factores y el real significado de la libertad de prensa para que se pueda discutir la realidad de los medios de comunicación en nuestra región:
Primero Existe una contradicción fundamental en el funcionamiento de los medios de comunicación masiva en el capitalismo: todos los ciudadanos cuentan con iguales condiciones de tener la propiedad y el control de los medios de comunicación; pero, concretamente, apenas los que tienen un elevado volumen de capital pueden abrir o comprar un vehículo de este tipo, o recibir la concesión de un medio de comunicación, y mantenerlo funcionando.
La propiedad de los medios de comunicación masiva en una sociedad capitalista está prácticamente limitada a grandes empresarios. Esa situación se agrava con la globalización de la economía y con el neoliberalismo, que han llevado a la concentración de las empresas de comunicación en manos de pocos grupos económicos y a la desnacionalización, en muchos países, de los medios de comunicación que progresivamente tienen su control comprado por grupos empresariales extranjeros.
Segundo La propiedad privada de los medios de comunicación masiva en las sociedades capitalistas es contradictoria con la función social atribuida a ellos. La función es social, pero la propiedad no lo es. Como la propiedad es privada, la sociedad o sea, la mayoría de la población no tiene control sobre los medios de comunicación, teóricamente un bien público. Y como el Estado en las sociedades de economía de mercado representa los intereses del capital privado, raramente son establecidos mecanismos que permitan un efectivo control social sobre los medios de comunicación.
La función social de los medios de comunicación es determinada por sus propietarios, y no por la sociedad. Por el interés privado, y no por el interés público. Lo que, en muchos países, significa que la función social es definida por el capital extranjero que es dueño de los medios de comunicación.
Tercero Lo descrito en los dos primeros puntos se refiere principalmente a los medios de comunicación de mayor porte, que en Brasil se suele llamar "gran prensa". Pero existen otras formas de propiedad de los medios de comunicación masiva en las sociedades capitalistas: hay medios que pertenecen al Estado y a organizaciones políticas, sindicales y sociales; en algunos países existen emisoras de radio y televisión comunitarias y otras explotadas por entidades públicas, sin injerencia directa del Estado.
Pero, sin capacidad de invertir en tecnología y personal, con tiradas limitadas por los altos costos y operando con dificultades técnicas y materiales, esos medios de comunicación llamados generalmente "alternativos", que no son controlados por el capital privado, consiguen una lasca muy pequeña de las audiencias de los vehículos impresos y electrónicos. Muchas veces son también víctimas de boicots por parte de los anunciantes privados y estatales, a causa de sus tendencias editoriales. Y de esta forma no tienen condiciones efectivas de competir con la "gran prensa", ocupando apenas una posición marginal en el mercado.
Cuarto Se alega que la existencia de múltiples vehículos, con diferentes propietarios, es la garantía de la existencia de libertad de prensa en los países capitalistas. Pero la propiedad privada de los medios de comunicación masiva, sin control social, es, en realidad, una limitación a la libertad de prensa. Los empresarios que cuentan con la propiedad de los medios de comunicación tienen intereses de clase identificados, naturalmente, con la economía de mercado y su expresión más moderna, el neoliberalismo. Generalmente tienen otros negocios además de la propiedad de medios de comunicación. Esos intereses definen las líneas editoriales de sus vehículos y limitan la manifestación de posiciones y la difusión de temas que contraríen sus intereses.
Quinto - La propiedad privada de los medios de comunicación es la principal limitación para el real ejercicio de la libertad de prensa en los países capitalistas, pero existen otras, como la sumisión de los vehículos, en diferentes niveles, a los anunciantes privados y estatales. Inclusive vehículos de mayor porte y que tienen menor dependencia económica de los anunciantes se someten con frecuencia a las orientaciones y determinaciones de los que los financian por intermedio de la publicidad y de la propaganda. Como los mayores anunciantes son, en general, grandes empresas y gobiernos, una vez más predominan en los medios de comunicación los intereses de las clases dominantes en la sociedad.
Sexto - Como la motivación del capital es la ganancia, y los medios de comunicación responden a los intereses del capital, la noticia en los países capitalistas no es un bien social, sino una mercancía. El objetivo de las empresas periodísticas no es social, es aumentar sus audiencias para aumentar los ingresos por publicidad y de esta forma aumentar las ganancias.
Por eso la información es sustituida por el espectáculo, la profundidad por la superficialidad. Los profesionales dejan de lado los procedimientos éticos para pasar a obtener la noticia a cualquier costo. La competencia entre los vehículos, en busca de lectores, oyentes y telespectadores, pasa a ser la motivación, y no los intereses de la sociedad.
Y de esa forma la realidad es alterada deliberadamente para satisfacer intereses económicos, políticos e ideológicos.
Séptimo - A pesar de los intereses de clase que representan, los medios de comunicación en países capitalistas suelen abrir espacio para corrientes políticas y sociales que manifiestan posiciones contrarias al poder político y al neoliberalismo. Esa apertura, no obstante, no tiene la intención de facilitar igualdad de espacio para las ideas divergentes del pensamiento dominante, a las cuales se les permite apenas una presencia reducida y a veces residual en los medios de comunicación. Y ese espacio es dado, básicamente, a las críticas coyunturales que se sitúan en los marcos del capitalismo, no a las críticas radicales al capitalismo.
Fundamentalmente, la apertura de espacio a ideas divergentes tiene como fin objetivos políticos y de mercado: mostrar que existe pluralismo de opiniones e imparcialidad periodística y satisfacer a la parcela de la sociedad que diverge del pensamiento dominante. Lo que se busca es la legitimación del vehículo y del propio sistema.
La apertura que algunos medios de comunicación dan a ideas y posiciones divergentes de las suyas y del poder establecido es de esta forma limitada y circunstancial. No es una casualidad que en Brasil, por ejemplo, los políticos con posiciones de izquierda que más acceso tienen a los medios de comunicación son considerados los más moderados y no cuestionan la esencia del sistema.
Octavo - De la misma forma, los medios de comunicación en los países capitalistas muchas veces tienen posiciones críticas y hasta hostiles contra gobiernos y autoridades públicas, lo que se presenta como una demostración de la existencia de una amplia libertad de prensa. Esas críticas, sin embargo, son siempre hechas en los marcos del sistema capitalista y no amenazan su existencia. Los gobernantes pueden caer, inclusive con la colaboración de medios de comunicación, pero el sistema es intocable y permanece, independientemente de quienes sean las personas que formalmente conservan el poder.
Noveno - La mayoría de los periodistas en los medios de comunicación de propiedad privada - y que emplean la mayor cantidad de profesionales - no tiene libertad para escribir lo que desea, tiene que someterse a la orientación editorial de los vehículos y no puede acudir a cláusulas de conciencia.
Existen periodistas que tienen derecho a la libre manifestación en artículos de análisis y opinión, sin someterse al control previo superior. Pero esos periodistas generalmente se identifican con los intereses de los propietarios y se mantienen en los marcos del sistema capitalista. El comando operacional de los medios de comunicación en los países capitalistas es delegado por los propietarios a periodistas que se identifican ideológicamente con él. Nunca a periodistas que se oponen.
IV
La democracia capitalista, o liberal, y las libertades inherentes a ellas privilegian a un sector de la sociedad y sólo existen mientras las bases del sistema capitalista no son amenazadas. La libertad de prensa en el capitalismo es limitada por la propiedad privada de los principales medios de comunicación masiva, por la dependencia a los anunciantes y por las restricciones al ejercicio profesional. La existencia y la libertad de opinión en vehículos alternativos, no sometidos a la propiedad privada, son permitidas siempre que esos vehículos no amenacen el sistema de poder capitalista.
Frente a ese cuadro, es natural que la prensa en los países capitalistas no manifieste simpatías por el socialismo o por las experiencias socialistas, y que defienda el capitalismo y el neoliberalismo y sus expresiones políticas. No podría ser de otra forma. Pero también es natural que la prensa de un país socialista no sea un instrumento del capital y de la economía de mercado y se oponga al neoliberalismo. La prensa es un instrumento ideológico, en el capitalismo y en el socialismo. Fingir que no es así es mistificar la realidad y eso no nos llevará a ningún lugar.