Organización de los Periodistas
Luis Suárez, Presidente de la FELAP
Desde que yo ejercía como secretario general de nuestra organización continental, solía recurrir a una frase definitoria que en un sentido más amplio abarca todos los matices en la defensa de los periodistas en sus derechos laborales, el ejercicio digno de la profesión, los derechos humanos y hasta de su integridad física y de la vida misma: "La FELAP está donde están sus organizaciones", decía.
Quisimos evitar con ello el sentido de una centralización burocrática, geográfica y autoritaria a la Federación; democratizar su dirección sin por eso dispersar un imprescindible funcionamiento de sus estructuras jerarquizadas responsablemente en el sustento estatutario, ni diluir las de cada instancia. La experiencia, es confirmatoria pero no plenamente satisfactoria, como tantas experiencias. Vale en positivo y negativo, para una visión sobre la organización regional y continental de los periodistas de como enfrentar mejor cuanto hoy se opone a un ejercicio del periodismo del Siglo XXI que ahora, cuando comienza, contribuya a construir un futuro distinto; un futuro no especialmente para los periodistas -que, por supuesto, seres humanos y ciudadanos de principio a fin no quedarían excluidos- sino para la humanidad, para el ser humano organizado en sociedades más justas y -nunca sería inútil redundancia- más humanas. Pues el periodismo no lo hacemos para los periodistas, es de los periodistas para los demás, para las gentes, aunque muchas veces solo sirve para muy poca gente, de la minoría dominante, en sociedades regidas por el utilitarismo mercantilista.
Ciertamente, cuando una organización nacional de periodistas se fortalece, la FELAP es fortalecida. Al contrario, la FELAP se debilita cuando una de sus organizaciones padece debilitamiento. La destrucción, como a veces se intenta, o desvanecimiento de las organizaciones gremiales o colegiales en cada país, es un objetivo de los intereses patronales no solo locales sino transnacionales, en cuyo seno, absorbidas o sometidas las empresas, han ido perdiendo identidad los otrora nacionales. Y ya no únicamente, como en el pasado, por el carácter de las noticias e informaciones que reciben y difunden -pues hoy está como nunca manipulada la información en algunas de las agencias, que extranjerizan desde su origen el periodismo- sino desde la composición misma de la propiedad de los medios en muchos casos.
La concentración de medios no se produce como libre asociación de los tradicionales que en su tiempo alentaron las corrientes independentistas de nuestras repúblicas en unas nacientes burguesías, sino por la absorción de esas empresas y familias en un nuevo molde donde se pierden los valores, y en todo caso se conserva únicamente el nombre que no alcanza ni siquiera a disimular lo que ahora se ampara. Por supuesto que los hay, además, complacientes en la indignidad de esa muerte.
Esa globalización, que no es lo mismo que la universalización informativa y de los valores comunes del género humano, nos impone, en primer lugar a nosotros en América Latina y el Caribe, la obligación de fortalecernos en cada país con principios compartidos dentro de las especificaciones nacionales que determinan las circunstancias de cada uno, para el agrupamiento continental. Si esta fue la razón del nacimiento de la FELAP, esta es, hoy mismo, la necesidad de un tránsito organizativo para el futuro inmediato y el de más largo alcance.
Sin embargo, es el momento de algunas puntualizaciones. Esa necesidad, como este Congreso mismo, trasciende el marco orgánico de la FELAP, con todo y ser ésta hoy por hoy y desde su nacimiento de hace 25 años, prácticamente la única organización continental en nuestra región. Quisiéramos que todos los sindicatos, uniones, asociaciones y colegios de periodistas fueran ya afiliados a nuestra Federación. Este ideal, que como dirigente de la FELAP es mi obligación plantear y defender -sin ofender a los que no lo están- no puede amarrarnos al esquematismo de una complacencia o aspiración triunfalista, pues lejos estamos de poderla celebrar.
Hay organizaciones -y cito al Sindicato de Periodistas de Paraguay como un ejemplo vivo- que por tradición o diversas circunstancias o criterios, no pertenecen a la FELAP, pero con ellas también hemos de trabajar, y con muchos periodistas incluso y desgraciadamente desorganizados o -esto sí lamentablemente-, que no han percibido la verdadera intención de su reclutamiento en otras filas, más internacionalizadas que continentales en la actual globalización, y que actúan en un sentido contrario tanto a las experiencias del pasado como a las exigencias del futuro. Si somos capaces de imbuirlos del espíritu con que aquí se debate, en esta apertura sin ruptura, será al adversario, y no a nosotros, a quien cada día resultará más difícil esconder la cara.
No nos expongamos a la acción desgastante de un proceso con el fatalismo de que su desenlace final favorecerá a quienes marchan con la puesta vista en un futuro. Para que no fuere en sentido contrario, -ya que lo que está ocurriendo en el mundo demuestra la capacidad ofensiva del contrario- el momento demanda reaccionar, actuar, sin dar al adversario la oportunidad de destruirnos aunque sus victorias inmediatas contengan también, y a la postre, los efectos que contribuirán a su propia ruina histórica. No esperamos a levantarnos de nuestras cenizas. Debemos contribuir a convertir en cenizas los antivalores que amenazan a toda la historia, incluida la que está por escribirse.
Por eso tiene validez confirmada por los acontecimientos, el Manifiesto de los Periodistas Latinoamericanos POR UN NUEVO PERIODISMO, lanzado desde esta misma isla heroica por el VIII Congreso de FELAP, que con este gran Congreso Latinoamericano y Caribeño nos fortalece en nuestro desafío histórico para "la búsqueda de nuevas alternativas que se enfrenten al modelo neoliberal, conscientes de que ninguna corporación, incluida la de los periodistas, y ninguna otra fuerza social afectada por el modelo <globalitario> -totalitarismo económico a escala mundial- podrá por sí sola enfrentarse con éxito al modelo de dominación vigente".
La misma experiencia nos señala las dificultades para la organización de los periodistas. Algunos de los factores radican en las presiones, amenazas, pérdidas de empleo, represiones, atentados. Otras causas radican en nosotros mismos. Como pertenecientes a sociedades confundidas, dispersas, se da la paradoja de que nosotros, elaboradores de mensajes, seamos también víctimas de la confusión, del amilanamiento y de la autocensura. Naturalmente, no somos culpables de la creación de un sistema que contiene las bases de esas contradicciones, ni de su aprovechamiento globalizado por las minorías entrelazadas del mundo. Se requiere mucho de la decisión personal para enfrentar esas condiciones. El valor personal, aunque exaltante y ejemplar, se acoraza en el colectivo y solidario, con lo organizativo frente a la desesperación que puede generar la soledad por heroica que sea.
Sin embargo, y ahora me refiero más concretamente a FELAP, debemos tener la sensibilidad de romper formalidades que hoy nos limitan, y saber incorporar a periodistas que no están en ninguna organización, para que a pesar de eso, por medio de afiliaciones individuales, se consideren también miembros de FELAP, cuando estén justificadas las circunstancias por los cuales no están en una organización nacional, sin que esto tienda a dividirlas ni competirlas. Este Congreso puede convertirse en un sustento de estas variantes orgánicas para asumirlas en la FELAP y en sus órganos y estructuras.
Siendo realistas, debemos reconocer que a la posibilidad de una organización plena de los periodistas, en cada país y en el plano continental, se oponen factores sociales y hasta idiosincrasias, que debemos reconocer para superarlos en lo individual y en lo colectivo. El trabajo del periodista y sus hábitos, donde aquellas características prevalecen, no favorece la inclinación a organizarse, como en los casos de otro tipo de trabajadores. Y de todos modos trabajadores somos. La influencia del periodista en la sociedad, como persona pública y relevante, tiende a aislarlo de la base social porque nos es inmanente un cierto favor de sectores de las sociedades a quienes nuestro trabajo, no enteramente libre, puede beneficiar, incluso el halago de aquellos que nos temen o cuando menos tienden a neutralizarnos..
Esto no es una especulación, pero cuesta trabajo, existe una resistencia a reconocerlo, decirlo y examinarlo como factores de nuestra condición social y anímica aunque no en todas las personas ni del mismo modo en todos los países. Se comprueba sobre todo en el ascenso del periodista en su fama pública. Por gozarla -y a veces por padecerla- siente que se vale solo para resolver algunos de sus problemas y se aparta de lo que llamaríamos la infantería del periodismo. Esos mismos a los que el comandante Fidel Castro llamó proletarios y que están aquí. Una dolorosa experiencia demuestra, sin embargo, que la fama pública, la influencia no hace inmunes a quienes la tienen del ataque y de la artera eliminación. Nuestras listas de mártires están también llenas de esos capitanes del periodismo.
Es útil recordar sus convocantes palabras que definen este Congreso y las bases para marchar unidos, cuando habló de que seríamos "200 ó 300 periodistas proletarios, con criterios propios" y precisó:
"No, no, no queremos solo marxistas, no, no se trata de eso, no hay la menor objeción en que participen personas de todos los credos o filosofías; queremos periodistas honestos con criterios propios para discutir estos problemas, ¡verdaderos periodistas independientes! para abordar los métodos y vías de lucha..."
Si eso es lo que nos convoca y nos reúne, eso es lo que debe y puede unirnos también a partir de este comienzo. Por eso, por esa común condición y porque al estar aquí todos aceptamos el llamamiento de este gran líder de Latinoamérica, formamos en ese ejército que queremos rescatar el periodismo de su progresivo hundimiento. Creo que así nos insertamos en el magistral contenido del discurso que con la invitación a este Congreso nos hizo el comandante la noche del 12 de noviembre de 1999, al clausurar el octavo de la FELAP en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, y todos somos aquí esos proletarios del periodismo que queremos construir, el que corresponde al Siglo XXI.
¡Qué bien nos situó él en el contexto social y político, en el cuadro de las relaciones internacionales y de la revolución tecnológica! El periodismo grande, por así llamarlo, y el de la prensa y los medios alternativos -que no es periodismo chico por su necesidad en ciertas circunstancias-, el de las organizaciones sociales, sindicales, universitarias, estudiantiles. Todos con nuestras ideas y criterios en el periodismo grande para hacerlo verdaderamente grande.
Dibujó con sus palabras y maduros conceptos, muchas de las dificultades y situaciones que aquí he consignado. Así, cuando aquí hablamos de periodistas, ¿de qué periodistas se trata? Aunque refiriéndose a Cuba, Fidel dijo algo que puede extenderse a otros espacios y a personas que se llaman periodistas: "...se autotitulan periodistas algunos que nunca han redactado una hoja ni leído un texto de periodismo. Es el imperio quien otorga tales títulos. Mezclan gentes de toda calaña y los califican de supuestos periodistas independientes, nada menos que independientes, cuando son la quintaesencia de la dependencia y del mercenarismo".
Para asumir la dimensión universal y local del periodismo, primero debemos capacitarnos para tener conciencia de ella, y con ella aprovechar los aspectos inevitables de la globalización, en un sentido que se revierta, por acción de los globalizados, contra la intención de los globalizadores. Hasta cuando los periodistas dan batallas por la verdad sobre cuestiones locales, inmediatas, concretas, están dándolas por el mundo, por modificarlo en la esfera inmediata y en la global. Porque en realidad esa globalización está formada por muchos globos, por muchos mundos de las naciones, las regiones y comunidades, aunque sin salirse centrífugamente del planeta.
El comandante nos lo dijo en su discurso-invitación, refiriéndose a los medios de comunicación también en una revolución y en un estado socialista y revolucionario, en Cuba. Y así como definió a los periodistas y a los medios en Cuba, a su organización, la UPEC, que es un puntal de la FELAP, también se refirió a la prensa del mundo capitalista, en la que la inmensa mayoría de los presentes trabajamos o hemos trabajado, porque se viven los tiempos de los despidos, con esta equilibrada caracterización:
"Hay cosas que no las ordena el gobierno realmente, en la prensa del mundo capitalista. Una parte de ella se declara enemiga acérrima de todo lo que sea progreso; otra parte tiene posiciones asociadas por encima de todo a los intereses nacionales; y otra parte, sencillamente, se autocensura. Digamos, una parte, junto a los peores intereses; otra parte, próxima al gobierno, o a las posiciones del gobierno; y otra que, por un sentido patriótico, o un falso sentido patriótico, no publica aquellas cosas que consideran no conviene a su país". En lo que hoy está ocurriendo en la nueva situación bélica para enfrentar el terrorismo y cómo se le quiere abatir atacando a pueblos y naciones, esos dilemas aparecen con más fuerza.
Tomando como base la actitud que adoptamos los periodistas ante el injusto bloqueo a Cuba, para los que no escriben condenándolo, el presidente Castro dice:
"No es que le digan: <Oigan, no publiquen esto> Ellos tienen una línea, una práctica. Entonces, ¿dónde está realmente la libertad de prensa? ¿Dónde?"
Y especialmente referido a los periodistas norteamericanos:
"Admitido, yo no digo que existe una falta total de libertad de prensa, de vez en cuando hay un periodista que escribe unas cuantas verdades. Hay periodistas que hacen análisis, investigaciones y otros esfuerzos; hay muy buenos periodistas norteamericanos. ¡Ah!, pero publican una vez nada más; el segundo artículo ya no llega, porque las presiones bajan desde la Casa Blanca hasta niveles bastante modestos, que aconsejan en nombre de supuestos intereses nacionales no tocar esto o lo otro".
En medio de las diversas apreciaciones respecto de las posibilidades del periodista, de su importancia relativa en la sociedad y en los medios, y de éstos mismos, quiero parafrasear al comandante Fidel Castro -que con muchos merecimientos posee una afiliación honoraria -aunque ya vemos cuán practicante es también- de la UPEC y de la FELAP, cuando dijo: "Nunca habrá hombre grande sin causa grande", para trasladarlo a nuestro terreno: "Nunca habrá periodismo ni periodista grande sin causa grande".
Ante este Congreso, este foro que rebasa en cantidad y calidad, con una común grandeza de cuantos aquí estamos, y otros muchos que también quisieron poder venir, hay que rectificar, acreciéndolo, el lema sobre donde esta la FELAP. La FELAP ya no solo está donde están sus organizaciones. Está donde están los periodistas que suscriben el contenido de este Congreso. Con sus principios que refuerza, actualizan y extienden los nuestros. Aquí y así está hoy la FELAP, porque eso es hoy la FELAP. No es un carnet, es una decisión compartida que se resume en el Manifiesto de los Periodistas Latinoamericanos POR UN NUEVO PERIODISMO:
"Hoy, como ayer, la FELAP aspira a continuar la tarea de crear condiciones objetivas y subjetivas para que los periodistas no solo digamos de qué verdad se trata la realidad, sino que luchemos para decir y actuar en favor de expresar libremente de qué queremos que se trate el mundo en que vivimos. Nos convocamos a compartir el desafío de recuperar enteramente el lugar de las utopías negadas por quienes pretenden hegemonizar para siempre el campo de las ideas. Nos convocamos como FELAP, sin excluir a nadie, a afianzar ideas enfrentadas a la lógica del capitalismo contemporáneo, negado de otro sentido de la historia que no sea el de esta globalización criminal".
Hoy nos convocamos con todos ustedes.
Muchas gracias.