Sobre la necesidad de una prensa de masas
para las luchas populares

Rodrigo Ruiz Encina, Chile

Una de las catastróficas consecuencias de 17 años de dictadura y 11 de democracia antipopular en Chile, ha sido la expulsión –aún irreversible- de la izquierda y las alternativas populares de todo espacio cultural y comunicacional de masas. El retraso suma ya 28 años.

La pregunta surge para quienes asumimos estos desafíos desde las luchas populares: ¿es posible disputar la conducción política neoliberal de la sociedad sin disputar los espacios masivos de la cultura y las comunicaciones?, ¿es posible desarrollar una alternativa popular al neoliberalismo y la democracia antipopular sin instrumentos de comunicación de alcance masivo?

Nuestro problema central es construir, del lado de las luchas populares, nuevos medios de comunicación de masas.

 

PUNTO DE PARTIDA

Es un hecho establecido con bastante claridad la concentración económica en los medios de comunicación en Chile. Dos grandes consorcios económicos controlan los principales periódicos: el grupo Edwards, propietario de la red de prensa más importante del país y COPESA, que hasta el año pasado era hegemonizada por el grupo Ecsa -encabezado por un ex Ministro de Hacienda de Pinochet. Los periódicos pertenecientes a ambos conglomerados acumulan sobre el 70% de la audiencia total de los diarios.

En siete de los ocho diarios de circulación nacional es patente la existencia de una línea editorial de orientación ideológica conservadora, alineada con la derecha política. Ambos grupos económicos además, se vieron favorecidos por el desvío en su favor de fondos públicos en los años de la dictadura militar.

No existe un solo diario de circulación nacional que responda a un perfil diferente. Los medios alternativos, incluidos aquellos identificables con la izquierda, son en el mejor de los casos de periodicidad semanal, y no representan ningún peso estadístico en las frecuencias de lectura. De modo que partimos de un hecho central: hoy en Chile no existe prensa escrita alternativa que muestre capacidad de disputa de la prensa dominante.

Esta condición menor de la prensa alternativa se debe, a nuestro entender, a dos razones fundamentales. Un elemento cardinal lo constituyen las carencias materiales y la enorme dificultad de "competir" contra medios respaldados por potentes grupos económicos.

Pero parte importante reside también en el carácter, en el perfil, en los formatos, en definitiva en la falta de eficacia comunicacional de los medios de izquierda, cuya difusión presupone en los hechos un público concientizado e instruido. El periodismo alternativo no ha sido capaz de poner en práctica matrices comunicacionales eficaces para instalarse en un medio en que los más amplios sectores de masas no responden a una ideología de izquierda, ni tienen real conciencia de las causas de los problemas sociales y políticos de su sociedad, en los que la ideología neoliberal, pragmática y economicista, ha logrado penetrar con bastante profundidad. Un país –para ser más ilustrativos- en el que la derecha dura alcanza casi la mitad del electorado.

Es importante valorar, sin embargo, la existencia en el panorama nacional de cierta variedad de prensa contestataria que ha ido en aumento. Se trata de esfuerzos importantes que logran colocar "una voz distinta" frente al discurso dominante y que han permitido, sobre todo, mantener activo e informado el debate político en amplios sectores de la izquierda, en segmentos dirigentes de los movimientos sociales y en sectores de la rebeldía juvenil concientizada. Es una contribución de gran valor ideológico que se suma a los esfuerzos de una izquierda que sostiene una presencia importante pese a desenvolverse en uno de los países de más acendrada implantación del neoliberalismo.

La alianza de gobierno por su parte, muestra aquí, como en otros planos, una incapacidad pasmosa para movilizar su disponibilidad de recursos materiales y humanos. Tras la muerte del diario La Época, asociado a la Democracia Cristiana, todo queda en manos de La Nación, el periódico oficial, de bajísimos niveles de circulación. Sin mayores esfuerzos, las cúpulas de la Concertación y el gobierno han optado por no presentar combate a los monopolios de la comunicación, prefiriendo la negociación y la alianza.

Por su parte, la derecha ha sido mucho más eficaz que la izquierda y el campo popular para construir vehículos de comunicación y trabajo ideológico. Todo el inmenso andamiaje comunicacional desplegado en la campaña presidencial de Joaquín Lavín, su candidato y ex funcionario del gobierno de Pinochet, así lo demuestra. Esa derecha profundamente autoritaria, neoliberal, ideológicamente asociada al empresariado y los poderes fácticos, no ha tenido dificultades para deshacerse -buscando una imagen electoral más limpia- de la imagen de Pinochet en cuanto fue clara la pérdida de su peso político.

No es raro que sea esa derecha que es hoy la fuerza política con el mayor y más exitoso trabajo de masas, esa derecha que ha acusado a la Concertación nada menos que de haberse "aburguesado", la que recupere la idea del periódico ciudadano, que promueva la transformación de diarios como Las Ultimas Noticias y El Mercurio, dos de los medios con mayor circulación en el país.

Súmese a lo anterior, como elemento de caracterización, que estamos en la era de la primacía de la imagen sobre el texto. Esto todo lleva a nuevas formas de construcción de sentido e interpretación, desplazando la exposición de ideas a través de textos -que presuponen cierto esfuerzo intelectual- por la imagen, que por su sola presentación construye un significado.

Para la prensa escrita esto tiene consecuencias bastante claras. Muchos medios buscan emular las características propias del medio audiovisual. La portada asemeja una pantalla, se reduce el tamaño de los artículos, aumenta la prioridad otorgada al sensacionalismo, y se practica de forma sistemática la amnesia en relación con las informaciones que van perdiendo actualidad. "Compiten con el audiovisual en materia de marketing y desprecian la lucha de ideas. Fascinados por la forma se olvidan del fondo. Han simplificado su discurso en el momento que el mundo convulsionado por el fin de la guerra fría, se ha vuelto considerablemente más complejo."

Todo eello se combina con la creciente dependencia de la prensa escrita de la publicidad, que funciona como verdadera discriminación ideológica. En Chile es un hecho manifiesto la dificultad de cualquier medio que se aparte sólo un poco de las líneas editoriales más conservadoras para obtener patrocinios de magnitud significativa. El Mercurio concentra más del 50% de la inversión publicitaria.

Por otro lado, en la exageración de dicha tendencia, aparecen ya periódicos en los que la información es un mero acompañamiento de la publicidad. Editar un periódico puede ser un buen negocio, aún tratándose de diarios de distribución gratuita, pues se construye una buena plataforma para el avisaje y el público valora que se le entregue información sin costo.

Los elementos anteriores, siendo alarmantes como perspectiva de desarrollo, son eficaces para una población con serios problemas educacionales. Un estudio reciente demostró que la mayoría de la población adulta en Chile sencillamente no comprende lo que lee.

 

DERROTA, DISPERSION Y SILENCIO

Ahora bien, más allá de las capacidades o incapacidades del periodismo alternativo, las razones de la desigual correlación entre los medios dominantes y los alternativos se encuentran en planos que contienen las comunicaciones pero son mucho más amplios: son de naturaleza política e ideológica.

Desde nuestro punto de vista, las derrotas infringidas al movimiento popular primero en 1973 y luego a finales de los 80, cuando la enorme fuerza popular antidictatorial acumulada en largos procesos de lucha terminó sirviendo para la instalación de una democracia pactada, de corte antipopular, cuya cúpula demostró a la postre estar en contra del mismo pueblo que la encumbrara. Esas derrotas políticas nos dejaron mal parados, las fuerzas de izquierda y populares quedamos con escasas capacidades de acción política. Los equipos humanos fueron diezmados primero por la brutal represión de la dictadura y luego por los éxodos políticos producidos por las crisis ideológicas.

En términos ideológicos, la dictadura significó la imposición de un amplio aparataje donde se conjugaron el conservadurismo moral propio de la dominación oligárquica, con marcados tintes Opus Dei, con un nuevo discurso capitalista que emergía en Chile como una novedad que inundaría después todo el continente: el discurso neoliberal con su secuela de preceptos individualistas, la razón del dinero y el cálculo.

Cuando los chilenos lográbamos salir de la dictadura el mundo asistía a la caída del Muro de Berlín. Muchos de los viejos militantes de la dictadura del proletariado abandonaban las tareas de la acumulación de masas y se pasaban al bando de la acumulación de capitales. En importantes conglomerados de la izquierda se imponían fracciones que postulaban la necesidad de insertarse lo mejor posible en un mundo organizado al modo neoliberal. De esa suerte, en Chile han terminado administrando el neoliberalismo democratacristianos aliados con socialdemócratas, mientras la derecha, verdadera inspiradora del modelo y que constituye hoy la fuerza que más avanza, se solaza criticándoles las faltas en la gestión.

De ese recorrido resulta una institucionalidad democrática que en lo ideológico reviste serios matices conservadores, prisionera de poderes fácticos que dominan la economía y la moral, empresarios e Iglesia respectivamente. No es pues de extrañar que el panorama de la prensa lo dominen el conservadurismo y las oligarquías de las comunicaciones. Después de todo ¿por qué habría de existir una prensa popular rupturista y exitosa en un país donde la democracia es un eufemismo, donde la Iglesia impide la existencia del divorcio y la educación sexual?

Todo ese proceso, por otro lado, implicó para la cultura popular un importante proceso de destrucción de casi todo lo que había logrado construir en la larga ascensión que culminó en los 70, de la que salieron figuras como Violeta Parra, Pablo Neruda o Víctor Jara. Ese pueblo con identidad, con altos niveles de articulación social, política y cultural, fue devastado por un terrorífico cóctel compuesto por la cultura del consumismo, el conservadurismo religioso, el miedo a la represión y la ideología del fin de las ideologías.

Hoy es un pueblo desmasificado, dividido en un complejo mosaico de micro identidades articuladas en torno a cuestiones menores, especialmente en su juventud, como la afición a un club deportivo o el gusto por una determinada variante del rock o el apego a identidades determinadas por lo local. La cultura popular hoy es el imperio de la diferencia.

 

IDEAS PARA UN PROYECTO

Replantear un proyecto de prensa popular implica participar en la lucha contra el conservadurismo ideológico del neoliberalismo y la democracia antipopular. La tarea rebasa los estrictos marcos de la actividad periodística. Se requiere cimentar nuevas referencias de amplio alcance, capaces de proponer alternativas reales a nuestro pueblo, convocatorias capaces de agrupar importantes niveles de la heterogeneidad actual, pero que sean capaces de estructurar esas diferencias en una dirección común. Esto nos debe llevar a afrontar la necesidad de asumir con mayor claridad el desarme político e ideológico del campo popular, de superar el nivel denunciativo y testimonial, y avanzar en la construcción de nuevos referentes y nuevas convocatorias.

Sin esos procesos, sin esas referencias, un esfuerzo de prensa escrita alternativa con pretensiones de masividad estará siempre condenado a naufragar en las trampas políticas y legales del sistema.

Son bien conocidas las dificultades materiales para impulsar cualquier esfuerzo en el terreno de las comunicaciones. Para las alternativas comprometidas con la democracia popular y la justicia social dicha dificultad es tanto más grande que lleva a menudo al naufragio de los intentos, o a renunciar a la posibilidad de disputar públicos amplios.

Hoy resulta claro que sin una asociación profunda con los esfuerzos de construcción que a nivel social y político se desarrollan en el campo popular, estas iniciativas no pasarán de ser buenas ideas. Especialmente en los movimientos sociales actuales se ha ido gestando una mayor comprensión de la necesidad de contar con una capacidad real de interlocución de masas. Hay que contar con ellos, hay que contar con que es posible volver a atraer voluntades para nuevos proyectos comunicacionales, contar con el compromiso político y profesional de periodistas desinteresados.

Un esfuerzo alternativo de mayor alcance no puede partir de la base de que debe financiar todas sus actividades del modo en que lo hacen los medios dominantes. Un medio alternativo y popular debe contar con el compromiso, el aporte, la solidaridad y el trabajo voluntario de mucha gente. Eso es algo que las luchas populares proveen en medida generosa a quienes están inmersos en ellas.

La relación entonces, entre esta prensa de masas y los movimientos populares, no reside en esperar y recibir apoyos, debe ser una relación orgánica en la que el esfuerzo comunicacional forme parte de los esfuerzos del movimiento popular y comparta su suerte.

Libre de los falsos discursos sobre la objetividad de la prensa y su independencia política e ideológica, esta prensa debe mostrar su compromiso con el campo popular, debe privilegiarlo en su actividad, sin caer sin embargo en esquemas sobreideologizados, sin posar de "órgano oficial" en condiciones de tan baja constitución política del pueblo, sin imponer discursos donde se necesita debate y creatividad, sin imponer banderas donde se necesita disputar legitimidades.

Es necesario retomar, replanteándola, la línea de la prensa popular que en Chile estuvo vigente hasta el golpe de estado de 1973. Diarios como El Clarín o Puro Chile, representaron en aquel tiempo un importante esfuerzo de comunicación alternativa que logró real eficacia como prensa de masas.

Este esfuerzo conlleva centralmente una actividad periodística capaz de asumir la subjetividad popular actual, de modo de lograr puentes reales de comunicación con un sujeto de masas, con América Latina como la referencia cultural fundamental. Una nueva prensa debe superar la tendencia a trasplantar sin más las matrices occidentales como hizo la prensa de izquierda en otras épocas y aportar a la construcción de vehículos ideológicos verdaderamente latinoamericanos para las luchas populares. Hoy debemos además ser capaces de introducir las variables políticas a un público mayoritariamente despolitizado, lo que implica superar de raíz los ideologismos; debemos ser capaces de desnudar los mecanismos de la dominación política y la explotación ante un público que es sistemáticamente expropiado de su capacidad de percepción de los problemas globales, especialmente la política.

Es necesario superar la dicotomía entre las llamadas matrices "racional-iluminista" y "simbólico-dramática" que han dominado el panorama de la prensa popular y retomar una prensa masiva desde una perspectiva diferente a aquella que presenta discursos enunciados "desde arriba", desde la doctrina y la erudición, diferente también al sensacionalismo o el uso de ganchos como la explotación sexista de la mujer o la exacerbación de los dramas cotidianos.

Desembarazarse de las matrices dominantes ha sido útil en esfuerzos reflexivos y de debate, como lo prueban los medios alternativos tradicionales. En las pretensiones de masividad en cambio, es importante asumir la penetración de los modelos de prensa actuales como punto de partida. La condición actual de la prensa escrita está llena de problemas, pero no podemos dejar de comprender que responde a la inteligencia con que la dominación ha desarrollado formas realmente masivas de propaganda y construcción ideológica.

Aunque de signo inverso, ese es también nuestro problema. Si hay que explotar el peso de la imagen en un contexto en que las mayorías han ido perdiendo sistemáticamente la capacidad de leer y comprender lo que leen, hagámoslo, y hagámoslo en función de nuestros contenidos. Para nosotros, lograr una relación de la prensa con el pueblo basada en la difusión de ideas, en la información verdadera, en la reflexión independiente, representa un punto de llegada, no de partida.

Sin embargo, el problema no está referido solamente a los formatos, sino también a los contenidos, especialmente en las referencias ideológicas en que se amparan. La cultura popular chilena, más emparentada con América Latina, ha demostrado más de una vez tener una importante capacidad creativa y de autoafirmación. Las imágenes lamentosas, autovictimizantes y pesimistas que muchas veces los chilenos transmitimos al mundo no son propias de la cultura popular. Son construcciones culturales de unas capas medias occidentalizantes que pese su decadencia económica y cultural siguen teniendo un peso importante, especialmente cultural, en nuestra sociedad. En la medida en que la izquierda se hace eco y construye su discurso y su identidad a partir de esos patrones levanta barreras que dificultan la comunicación con el campo popular.

Hoy es necesario un periodismo nuevo, capaz de enfocar con absoluta frontalidad los males de nuestra sociedad, tratar todos los temas, incluso aquellos tan complejos como los Derechos Humanos de una forma nueva, más íntegra, sin el discurso de las víctimas, mostrando optimismo y valentía, disputando en definitiva a los empresarios y la derecha el discurso del cambio, del optimismo y la autoconfianza, cuestión además que una Concertación abúlica, sin carisma, cruzada de extremo a extremo por la sensación de la derrota, no muestra capacidad de hacer.

Esta actividad de prensa debe además asumir las tareas de la buena propaganda. Lo hacen los medios dominantes disfrazados de prensa objetiva, ¿por qué no lo habríamos de hacer nosotros?

Se trata de construir conciencia mostrando a los verdaderos enemigos de la democracia y la justicia social, develarlos investigando y denunciando mucho de lo que no se publica. Se trata de educar a las masas, abrir espacios de formación. Se trata de permitir la comunicación entre segmentos no comunicados del pueblo, levantar puentes entre dinámicas de lucha popular que ignoran que las suyas son parte de una misma lucha. Y se trata también de construir nuevas referencias de identidad.

La cultura popular chilena es –parafraseando a Vicente Huidobro- "una cosa que será". Tal como ha ocurrido en otras épocas de nuestra historia, la posibilidad de superar el panorama actual de dispersión y desencuentros en el mundo popular, y ver florecer de nuevo una cultura democrática de masas, una referencia común y amplia capaz de articular y dar sentido a un sujeto popular real, dependerá de la articulación de un movimiento popular y su capacidad de lucha y ejercicio de la democracia desde la base. En ese camino, como una fuerza originaria que trabaja desde los comienzos, la prensa alternativa, popular y comprometida, tiene una misión importante.